Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, que estaba hambrienta cayó sobre las zarzas, se llevó a los zorruelos, y entonces ella y sus crías se regozijaron con un banquete.
Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse, que saber de la muerte de sus pequeños;
¿ Cómo podría ella, siendo un animal terrestre, sin poder volar, perseguir a uno que vuela ? Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde lejos a su ahora enemiga.
Mas no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su traición contra la amistad. Se encontraban en el campo unos pastores sacrificando una cabra; cayó el águila sobre ella y se llevó una víscera que aún conservaba fuego, colocándola en su nido. Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas, ardiendo también sus pequeños aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, los cuales se vinieron al suelo. Corrió entonces la zorra, y tranquilamente devoró a todos los aguiluchos ante los ojos de su enemiga.
Nunca traiciones la amistad sincera, pues si lo hicieras, tarde o temprano del cielo llegará el castigo.
Un hombre quiso comprar un asno, y acordó con su dueño que él debería probar al animal antes de comprarlo. Entonces llevó al asno a su casa y lo puso en donde guarda la paja junto con sus otros asnos.
El nuevo animal se separó de todos los demás e inmediatamente se fue junto al que era el más ocioso y el mayor comedor de todos ellos.
Viendo esto, el hombre puso un cabestro sobre él y lo condujo de regreso a su dueño.
Siendo preguntado cómo, en un tiempo tan corto, él podría haber hecho un proceso de calificación, él contestó:
--No necesito mayor tiempo; sé que él será exactamente igual a aquel que él eligió para su compañía.--
Según con quien te relaciones, así te juzgarán.

El viejo perro cazador
Un viejo perro cazador, que en sus días de juventud y fortaleza jamás se rindió ante ninguna bestia de la foresta, encontró en sus ancianos días un jabalí en una cacería. Y lo agarró por la oreja, pero no pudo retenerlo por la debilidad de sus dientes, de modo que el jabalí escapó.
Su amo, llegando rápidamente, se mostró muy disgustado, y groseramente reprendió al perro.
El perro lo miró lastimosamente y le dijo:
-Mi amo, mi espíritu está tan bueno como siempre, pero no puedo sobreponerme a mis flaquezas del cuerpo. Yo prefiero que me alabes por lo que he sido, y no que me maltrates por lo que ahora soy.
Respeta siempre a tus ancianos, que aunque ya no puedan hacer de todo, dieron lo mejor de su vida para tu beneficio.

La zorra y la serpiente
Se encontraba una higuera a la orilla de un camino, y una zorra vio junto a ella una serpiente dormida.
Envidiando aquel cuerpo tan largo, y pensando en que podría igualarlo, se echó la zorra a tierra al lado de la serpiente e intentó estirarse cuanto pudo. Tanto esfuerzo hizo, hasta que al fin, por vanidosa, se reventó.
No imites a los más grandes, si aún no tienes las condiciones para hacerlo.

La zorra y el cangrejo del mar
Queriendo mantener su vida solitaria, pero un poco diferente a la ya acostumbrada, salió un cangrejo del mar y se fue a vivir a la playa.
Lo vio una zorra hambrienta, y como no encontraba nada mejor para comer, corrió hacia él y lo capturó.
Entonces el cangrejo, ya listo para ser devorado exclamó:
-- ¡ Merezco todo esto, porque siendo yo animal del mar, he querido comportarme como si fuera de la
tierra !
Si intentas entrar a terrenos desconocidos, toma primero las precauciones debidas, no vayas a ser derrotado por lo que no conoces.

La rana gritona y el león
Oyó una vez un león el croar de una rana, y se volvió hacia donde venía el sonido, pensando que era de algún animal muy importante.
Esperó y observó con atención un tiempo, y cuando vio a la rana que salía del pantano, se le acercó y la aplastó diciendo:
-- ¡ Tú, tan pequeña y lanzando esos tremendos gritos !
Quien mucho habla, poco es lo que dice.

La cabra y el asno
Una cabra y un asno comían al mismo tiempo en el establo.
La cabra empezó a envidiar al asno porque creía que él estaba mejor alimentado, y le dijo:
-- Entre la noria y la carga, tu vida sí que es un tormento inacabable. Finge un ataque y déjate caer en un foso para que te den unas vacaciones.
Tomó el asno el consejo, y dejándose caer se lastimó todo el cuerpo. Viéndolo el amo, llamó al veterinario y le pidió un remedio para el pobre. Prescribió el curandero que necesitaba una infusión con el pulmón de una cabra, pues era muy efectivo para devolver el vigor. Para ello entonces degollaron a la cabra y así curar al asno.
En todo plan de maldad, la víctima principal siempre es su propio creador.

La zorra y la grulla
Una zorra invitó una Grulla a cenar y no proporcionó nada especial para su invitada excepto una sopa de legumbres, que fue servida en un amplio plato de piedra bien llano. Por lo amplio del plato y por su cuello largo la grulla no podía tomar la sopa cada vez que lo intentaba, y su congoja por la incapacidad de comer le proporcionaba a la zorra mucha diversión.
La grulla, cuando tuvo su oportunidad, invitó a la zorra a cenar, y puso ante ellas un jarro con una boca estrecha larga, de modo que la grulla podía insertar fácilmente su cuello y disfrutar de su contenido a su voluntad. La zorra, en cambio, incapaz hasta de probarlo, encontró una compensación apropiada a la manera de su propia hospitalidad.
De acuerdo al trato que demos, así será el trato que recibiremos.

El cerdo y los carneros
Se metió un cerdo dentro de un rebaño de carneros, y pacía con ellos. Pero un día lo capturó el pastor y el cerdo se puso a gruñir y forcejar.
Los carneros lo regañaban por gritón diciéndole:
-- A nosotros también nos echa mano constantemente y nunca nos quejamos.
-- Ah sí -- replicó el cerdo --, pero no es con el mismo fin. A ustedes les echan mano por la lana, pero a mí es por mi carne.
Perder lo reponible no nos debe preocupar, pero sí el perder lo que es irreparable.

El Cuervo y el Cisne
Un cuervo vio un Cisne y deseó obtener para él ese mismo plumaje hermoso.
Y al suponer que el color blanco espléndido del Cisne provenía de su diario lavado en el agua en la cual él nadaba, el cuervo dejó los altares de la vecindad donde él llevó su vida, y tomó su nueva residencia en los lagos y lagunas.
Pero a pesar de limpiar sus plumas tan a menudo como él podía, no pudo cambiarles su color.
Y tan ocupado estaba en su deseo, que por no salir en busca del alimento, falleció.
El cambio del hábito no puede cambiar la Naturaleza que se trae.
